Hay días, y días de invierno. Hay días de invierno que los pájaros pian como camineros. También hay días señoritos, engominados y paletamente opulentos; los hay endulzados en chocolate, quemados, incluso empachados, pero ese es otro tema. Quería decir, arropada por el calor de mi NO mayor amor, pero uno de mis más importantes tesoros en este largo invierno, mi estufa, que tengo ganas de atarte, resquebrajarte las hipótesis y comerte. Sólo eso. En los días de invierno quiero hacerte sudar. Hoy, estoy en uno de esos días, sí mis sentidos no me engañan; en tal caso, raciocinio a ti me invoco: qué me esta pasando.
Llueve de nuevo, y no en mi coño. Creo.
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