Qué esconderán esos corazones borrachos -no sé si pregunto o exclamo- quiero uno de esos, quiero un hombre florero, y lo quiero haciéndome el desayuno a ser posible. Tal vez haya un extraño llamando a la puerta, un visitante no permanente que jamas pondrá fin a los planes que traté de escribir en el papel. Mi cuerpo se queja, esto es más falso que mis ganas de olvidarte. De cualquier manera, me dejará un beso sabor a mantequilla y restos de palomitas en el sujetador. No deshará las maletas, será cuerdo.
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