Él la mira a lo lejos, nota algo nuevo en ella; nuca creyó que fuera capaz, pero al parecer le ha vuelto ha sorprender una vez mas. Se acerca decidido y se sienta en el taburete vació que queda justo a su lado, tan cerca que puede rozar su mano sin que nadie se percate de que fue a propósito y le susurra:
-¡Esa mariposa me la has robado! y lo sabes.
-¿Qué?- ella no entiende nada, pero le mira fijamente a los ojos.
-Sí, es una de las que me haces sentir en el estomago.
Y así, con algo tan simple como decir lo adecuado en el momento oportuno, aunque no en el lugar correcto, el chico consigue su propósito, sacarle una sonrisa.
He de confesar que, cada palabra tuya me inspira un sentimiento.
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